Esta crítica la planteó desde una hipótesis que chocaba
frontalmente con el pensamiento imperante de la época, representado por Hobbes
y su famosa frase del “hombre es lobo para el hombre”, y con la cual se
justificaba que existiera un gran monstruo controlador, “El Leviatán” (un
estado todopoderoso), para poder convivir unos con otros. Este planteamiento
fue utilizado para que pareciera necesario el sistema político imperante: el
poder absoluto del monarca. Rousseau, a diferencia de Hobbes, no pensaba que el
hombre fuera malo por naturaleza, sino todo lo contrario. El hombre es bueno e
inocente por naturaleza, lo que le corrompe es la sociedad. El “buen salvaje”,
concepto que utilizaba mucho, vivía feliz hasta que aparece el egoísmo, hasta
que un buen día aparece el ansia de riqueza, es decir, la propiedad y con ella
la sociedad y la injusticia.
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